El Madrid tradicional es verbena y clase obrera
Ya es mayo y es indiscutiblemente uno de mis meses favoritos del año, el mes de Madrid y la inauguración del verano para mi.
Madrid en mayo se llena de flores, música, fiestas, amigos, comida, botellines y alegría. La alegría de celebrarse los unos a los otros y celebrar nuestra tierra.
El boom de la Feria de Abril entre influencers ha llevado a muchos jóvenes madrileños, la mayoría mujeres, a preguntarse ¿Por qué no en Madrid? Y no es que pretendamos que la Feria de Abril se traslade a la Plaza Mayor, si no que nos preguntamos en qué momento nuestras tradiciones pasaron al olvido. La respuesta es que nunca lo hicieron. El Madrid tradicional ha estado siempre vivo, siempre celebrado y compartido, pero ese Madrid tradicional ha quedado tapado por centros comerciales, cañas y cafés a cinco euros, rascacielos, madrileños cosmopolitas y madrileños que nacieron a kilómetros de Madrid.
La tradición es herencia familiar, se hereda de padres a hijos. Las andaluzas heredan sus trajes de flamenca y tienen un auténtico ritual en torno a sus vestidos; las madrileñas, si alguna vez tuvimos un traje de chulapa, lo conseguimos en un bazar del barrio el día de antes del baile de final de curso o del festival del colegio. Algunas ni eso. Porque las tradiciones de Madrid no son transversales a todos sus habitantes, heredarlas, conocerlas y celebrarlas suele ir de la mano de tener ocho apellidos madrileños y vivir, tradicionalmente, en los distritos del centro de Madrid.
En Madrid hay madrileños, nacidos y criados aquí, que jamás han ido a la Pradera, que no han visto las recreaciones históricas del 2 de mayo, que no han paseado por San Antonio de la Florida ni comprobado cuántos novios iba a tener contando alfileres enganchados a la puerta de la Ermita de San Antonio con sus frescos de Goya.
Son más todavía los que no se han vestido nunca de chulapo, goyesca, manola o chispero. Prácticamente nadie conoce el himno de Madrid, maravilloso en mi opinión, ni sabe diferenciar entre rosquillas o colores de claveles.
Pero si algo es ser madrileño es ser verbenero. Nada nos gusta más que una verbena con sus claveles, su música, su tinto de verano y sus dulces. Esto no es algo nuevo, lleva aquí desde el inicio de los tiempos. Lo más maravilloso de ser madrileño es que de Madrid solo se es si se quiere, no necesitas pasar un examen ni haberte vestido de chulapo, aunque a veces echamos en falta que alguien cuide de estas tradiciones que muchos desconocemos.
Durante décadas la identidad de Madrid ha estado secuestrada por su gobierno y los madrileños claman por recuperarla.
Quienes piensan que la crisis de identidad de los madrileños no tiene que ver con lo político se equivoca. Las políticas culturales, el trato a los barrios, especialmente los históricos, influyen y son decisivos en el mantenimiento de las tradiciones.
Qué en las Fiestas los pregones y las actuaciones musicales no sean mayoritariamente de madrileños reconocidos o que no se promocionen a las asociaciones culturales que protegen el chotis y el requiebro establecen una relación causa-efecto con los madrileños que no conocen su tradición.
Las verbenas son fiestas populares, de clase trabajadora, el lugar al que los obreros iban después de largas jornadas de trabajo cuando llegaba el buen tiempo. Las verbenas son de limonada, rosquillas y baile agarraó. Por eso no deja de sorprender que se haya extendido entre las influencers más cayetanas hablar de San Isidro y querer vestirse de chulapas.
Muchas de las jovencitas que se preguntaban en TikTok porque no celebramos San Isidro como los sevillanos su feria eran chicas de clase media alta, lo que comúnmente conocemos como pijas, y la respuesta es sencilla: Porque nunca fue su fiesta. Porque las verbenas son fiestas madrileñas, pero de madrileños de la clase trabajadora. Las clases altas nunca quisieron mezclarse con el “populacho” en sus eventos. Del mismo modo que hoy no verías a un cayetano en las fiestas populares de Vallecas o en, paradójicamente, las Fiestas de San Cayetano de Lavapiés. Las fiestas de Madrid tienen su origen en la necesidad de la clase trabajadora de tener ocio cuando el frío se iba, un ocio económico, un lugar donde bailar, ligar y chulear. Pero ni la música, ni la ropa, ni la forma de hablar, ni los bailes de la clase trabajadora eran apreciados por las clases altas, que los miraban por encima del hombro y tenían su propio ocio mucho menos austero.
Por eso la tradición verbenera de Madrid no es una herencia compartida, si no una herencia de clase. Pues son los obreros quienes salían a esas verbenas en sus barrios del centro de Madrid, ese mismo centro de Madrid que lleva décadas vaciándose de clases medias y trabajadoras a golpe de burbuja inmobiliaria, de familias históricas y que por tanto, claro que cada vez quedan menos para mantener las tradiciones.
Pero en Madrid y sus verbenas son siempre bienvenidos todos, los de siempre y los nuevos, los ateos y los creyentes, todos los orígenes de clase, etnia y religión.
Bienvenidos reconvertidos que nunca fuisteis a una fiesta de barrio porque había “gentuza” os esperamos en las casetas, en la Batalla Naval, en los Mayos, en Vistillas, con parpusas y claveles o con riñoneras y aros XL.
Porque ser madrileño no entiende de normas, cultura, forma de vestir, apellidos o lugar de nacimiento, por qué el Madrid popular es el que guarda su identidad.
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