Las Tradwives y el mito de Prometeo

Llevamos un par de meses hablando de proyectos de vida, emancipación, maternidad, relaciones y de cómo para algunos se ha extendido la idea de que los jóvenes hemos renunciado al modelo de vida tradicional.

Pero la vida tradicional se abre camino en los deseos de los jóvenes, invitados por ese falso mito de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Cuando las cosas parecen más cuesta arriba, cuando la falta de certezas es total y no hay atisbos de mejora es imposible no pensar en la realidad que vivimos como una especie de castigo divino por habernos pasado de la raya. Cómo le pasó a Prometeo, quien mostró el fuego a los hombres y sufrió un terrible e interminable castigo.

El fuego de esta sociedad es masivo y descontrolado. Las redes sociales, el mundo digital, el consumo exacerbado, los nuevos tipos de relación, los deseos, los conocimientos…¿Cuál ha sido el gran pecado que nos ha alejado de la posibilidad de tener una casa y formar una familia? Y ahí entran las tradwives.

¿Quienes son las tradwives?

Son mujeres que se han viralizado en redes sociales vendiendo un estilo de vida de devoción por sus maridos, dedicación exclusiva a la crianza y el cuidado y muchas lo hacen estableciendo una argumentación más que peligrosa.

Las mujeres hemos sido engañadas por la vida moderna y el feminismo. Nos han dicho que tenemos que estudiar, tener grandes carreras profesionales y ser igual de ambiciosas que los hombres, pero sin dejar a un lado la maternidad y el hogar. Y todo no se puede, no se puede ser la mejor madre y la mejor profesional, no se puede tener todo y eso supone una presión, un estrés y una frustración que hace que las mujeres consumamos más antidepresivos que los hombres. Es muy común encontrar que entre las tradwives se extiende el discurso de que ellas antes eran mujeres profesionales, dedicadas a sus carreras, feministas y modernas, pero que eso no las llenaba, eso no era suficiente, eso las alejaba de los hombres proveedores y las llenaba de soledad. ¿Es eso cierto?

Tiendo a pensar que es posible que muchas mujeres se frustren al ver que han cumplido su parte del acuerdo social que dice que tienen que ser exitosas y profesionales, pero ven como la maternidad y la vida en pareja se aleja. Es fácil culpar de este hecho a la modernidad, sentirse engañada por el feminismo, es fácil que la desesperación nos haga caer, como siempre, en el reaccionarismo y que algunas crean que cuando la mujer estaba relegada a la casa era más feliz.

La viralidad y éxito de las tradwives en redes sociales tiene que ver con la idealización de la vida tradicional. Dónde no se habla de independencia económica, violencia o del vacío que queda cuando los niños crecen y el nido queda vacío. Da tanta paz pensar que la solución a nuestros problemas es dejar de esforzarse por tenerlo todo y simplemente buscar un marido y criar a tus hijos. Parece tan sencillo, tan deseable, renunciar a los horrores de fuera para vivir en la comodidad del hogar. Dedicarse a cocinar, coser, limpiar, restaurar muebles, criar y estar guapa. Lo que en los 50’ oprimía a las mujeres y provocó la segunda ola del feminismo, de repente parece la solución a jornadas maratonianas de trabajo, un montón de citas Tinder fracasadas, inestabilidad, incertidumbre y soledad. Cuando estás agotada de trabajar es fácil caer en las garras de la moral judeocristiana y creer que te has pasado desafiando a la vida, que estás siendo castigada por seguir los cantos de sirena que decían que lo puedes ser todo y que tienes que elegir. Los cantos de sirena eran cosa del capitalismo que te dice que tienes que llegar a todo y hacerlo todo bien; mientras que el tradicionalismo te dice que si sigues preocupada por ascender jamás te casarás y tendrás hijos. Pero ni lo uno, ni lo otro.

Ciertamente hemos caído en la trampa de quererlo todo al 100% y parte de la cura está en asumir que quizás no podamos ser las profesionales más exitosas que siempre tienen todo controlado y las madres amantisimas que cocinan repostería saludable y que no le dan ultraprocesados a sus hijos, que los educan con el método montessori y que siempre tienen la casa limpia y la ropa planchada. Quizás la solución pasa por dejar de perseguir la perfección, seguir reivindicando la corresponsabilidad con nuestras parejas y asumir que nuestros días tienen la misma duración que los del resto de mortales.

Pero no caigamos en la trampa de las Tradwife, decidir dedicarte a los cuidados, quedarte en casa, no es una mala decisión, es una decisión legítima y lógica, no te hace ser mala feminista pero tenemos que tener clara una cosa: El trabajo doméstico y de cuidados es un trabajo esclavo y patriarcal.

Es esclavo porque no tiene fin. Ni horarios ni bajas ni mucho menos remuneración. Todos tenemos presentes a esas mujeres que a menudo dicen eso de “No me he sentado en todo el día” porque es cierto.

Te levantas a las siete de la mañana, con suerte, y empiezas con los desayunos y el servicio de despertador, vistes a los niños, en algunos casos incluso, si el cónyuge es un hombre con cero autosuficiencia, te encargas de escoger la ropa de él. Llevas a los niños al colegio, haces compras, limpias, pones lavadoras, haces comidas, te vas a por los niños, los das de comer, los llevas a extraescolares, los recoges, haces los deberes con ellos, les ayudas a estudiar, revisas sus agendas, haces la cena, les das de cenar, los bañas y los metes en la cama. Y así de lunes a viernes. Los sábados organizas la agenda de actividades familiares y el domingo paella familiar.

Esta sucesión de actividades, que estresaría al más ocupado de los CEOs de Silicon Valley, es una simulación de lo que he vivido en mi entorno y de los clichés que todos conocemos. Es una realidad para la mayoría de amas de casa y una tortura para las mujeres que además de trabajar fuera que preparan comidas y planchan ropa a las tres de la madrugada de un domingo porque no podrán hacerlo entre semana.

Cuando eres una mujer dedicada en exclusiva a los cuidados si te pones mala tu casa se sume en un caos y son muchas las que tiran del carro aún con fiebre.

No tienes independencia económica, dependes de tu marido, no tienes capacidad de ahorro, ni una jubilación decente, ni libertad para divorciarte si no tienes apoyo externo. Vives atada a tu marido pase lo que pase. Y eso es algo que todos hemos visto en la generación de nuestras abuelas.

Es patriarcal porque evidentemente es un sistema de organización del núcleo familiar que le roba la libertad a la mujer y la hace dependiente de un hombre. Es tutelaje porque impide la independencia. Creo que esto nadie lo discutirá a estas alturas, porque entiendo que es algo que todos asumimos: Que las mujeres tengan que limpiar, cocinar y cuidar por ser mujeres es machista.

“Pero en mi familia era mi padre quien se quedaba en casa” ¡Enhorabuena! Has vivido algo casi residual. Es verdad que con el paso de los años es más habitual, pero está muy lejos de estar igualado entre hombres y mujeres. De hecho si empezase a ser igualitario, os aseguro que estaríamos oyendo a muchos más políticos hablar del derecho de las personas que asumen los cuidados y tareas domésticas a unos ingresos mensuales y a una jubilación digna. 

Las tradwives no son las culpables, sino un síntoma más de la ola reaccionaria que nos acecha. Toma algo tan maravilloso y emocional como la crianza y los cuidados como cebo para lanzarnos un mensaje: Nos hemos pasado de feminista, en casa éramos más felices.

Así que, se pongan como se pongan, el problema nunca será ser demasiado feminista, si no no tener una colchón social que nos sostenga y nos frene la caída.


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Paula Estaca

Vivir es militar. Contadora y divagadora de las pequeñas grandes cosas. Madrileña de la Vega Baja alicantina.

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